martes, 11 de octubre de 2011

Recordandote

Ese día, recuerdo, que me levanté radiante, me duché, me depilé (por todas partes), me puse crema, no una crema cualquiera, sino una crema con aroma a coco y... se despertó mi sexto sentido.
_Hoy será el día.- pensé-
Sobre mi culotte y sujetador de un blanco inmaculado coloqué un mini vestido cómodo y sexy a la vez, me preparé un café con leche y me senté a esperar, de un momento a otro iba a sonar el maldito teléfono y seria él... siempre él.
Allí estaba, lo sabía, abajo en la puerta.
Cuando le abrí la puerta y le miré a los ojos, me confirmé a mi misma que si, que hoy era el día.
Un poco de charla, buena música, dos copas de vino y un poco de marihuana, la combinación perfecta para que nos olvidásemos durante un rato de quienes éramos y dejarnos llevar por las sensaciones y emociones.
Un roce provocado astutamente, alguna que otra frase picante, miradas traviesas y cómo no, finalmente un beso, ese beso tan deseado y tanto tiempo encerrado.
Nuestros corazones latían a un ritmo frenético, una mezcla de nervios y excitación. Nuestras manos eran sensuales, acariciando cada rincón de nuestros cuerpos, descubriendo caminos hasta ahora desconocidos.
Nos arrodillamos el uno frente al otro, en la alfombra, mirándote a los ojos, desabroché cada botón de tu camisa, recuerdo tu mirada, sincera, deseosa y sonreíste. Apoyé mis dos manos sobre tu pecho desnudo, me acerqué y te besé. Me quitaste el vestido, despacio, sin dejar de besarme y por primera vez sentí el calor de tus manos en mi espalda y estremecí de placer. Me desabrochaste el sujetador con extrema dulzura y acabemos desnudos, el uno frente al otro, sin complejos, descubriéndonos... Nos abrazamos y nuestros sexos se rozaron, se presentaron, estaban conociéndose. Recosté mi cara sobre tu pecho y sentí el latir de tu corazón, excitado, sentí que latía así por mi y te abracé más fuerte.
Te miré, te cogí de la mano y te llevé al dormitorio, allí me tumbaste sutilmente sobre la cama. Percibí el fuego de tu cuerpo caliente sobre el mio y tu sexo buscando el mio.
Aún no.
Te empujé delicadamente, hasta que quedaste tumbado en la cama, me recliné y te besé, besos tiernos y sensuales, te besé el cuello, el pecho, el vientre, el dorso de mi mano acariciaba tus muslos por la parte interior y mientras yo seguía descendiendo, quería hacerte sentir bien, quería darte placer y seguí besando hasta notar en mis labios tu erecto y excitado miembro, abrí un poco la boca y empecé a mimarla y a seducirla con mis labios y lengua. Te oí gemir, noté como agarrabas fuerte mi hombro, sentí que te estaba dando placer, me excité tanto que casi tuve un orgasmo con solo oírte gozar... Lo notaste, sentiste mi calentura, hiciste que dejara de amarla y de nuevo te pusiste encima de mi, ligeramente abrí las piernas dejando paso a la tan deseada penetración y muy caballerosamente, despacio, sin prisas... me poseíste, me hiciste tuya. Tanto deseo sexual reprimido durante tanto tiempo hizo que gimiera de fervor, sudábamos ante nuestros movimientos de pelvis bailando a ritmo de la banda sonora de la película de Drácula, movimientos constantes, paulatinos, sin prisas pero... sin pausas... Cada vez nos sentíamos más y más enardecidos, exaltados ante tal situación; sexo prohibido.
Me pediste que parara un momento, apoyaste tus manos, te enderezaste y en tono entrecortado y mirándome a los ojos, me dijiste que me deseabas tanto que no podías aguantar más, te pedí que no hablaras, pero que no dejaras de mirarme, agarré tus caderas y te acompañé en los movimientos que conducían al último tramo del camino de la pasión, yo tampoco aguantaba más, así que busqué el ritmo adecuado para que el momento fuera propicio para los dos, no tardé en encontrarlo. De repente nuestros ojos brillaron de extremo placer, alumbrados por la luz que desprendían las velas, y nuestro rictus de pasión y lujuria dio paso a un fusionado orgasmo cargado de sexo contenido y deseado... Caíste sobre mi pecho, jadeante, extenuado. Nos faltaba el aliento, pero aún nos quedaba el suficiente cómo para mirarnos, sonreírnos, y... pedirnos más.

miércoles, 26 de enero de 2011

carta

¿Cómo decirte, para que digas?... ¿Cómo mirarte, para que me mires?... Seria tan fácil...
Yo, solo hablo y hablo, con miedo, si ¿y que? De sobras conoces mis miedos... Prácticamente lo sabes todo de mi, aunque tu, para mi, seas casi un perfecto desconocido.

Mi querido desconocido:
Hoy me dirijo a ti con extremada excitación, hoy no quiero hablar ni tampoco sentir miedo. Hoy te invito a hacer de lo correcto, lo incorrecto... a pecar, pero también te invito a pasar una velada de ensueño amenizada con música y regada de sexo, en tu casa o en la mía, da igual, en la playa o en la montaña... tu decides.
En el sitio que tu elijas allí estaré yo, esperándote... me verás y solo llevaré puesto encima un blusón semitransparente del cual entreverás que no llevo nada más debajo. Lentamente y sin dejar de mirarte a los ojos me acercaré hacia donde estás tu, sensual, erótica. Con el dorso de la palma de la mano acariciaré tu mejilla y sin perderte la mirada recortaré las distancias y te daré el primer beso, ese beso tan soñado y tan deseado. Estarás nervioso, lo sé, los latidos de tu corazón te delatarán, pero no te preocupes, yo también, mejor no pienses, solo... dejate llevar por las emociones y sensaciones del momento.
Uno a uno desabrocharé los botones de tu camisa blanca, la abriré y delicadamente acariciaré y besaré tu pecho viril, luego te quitaré los pantalones y haré lo mismo con tu sexo erecto ya por la situación, el sonido de tus gemidos provocará en mi aún más, un grado de excitación, me sujetarás con ambas manos los hombros y harás que me ponga de pie de nuevo. Ahora serás tu el que uno a uno desabrocharás los botones de mi blusón dejando al descubierto mi cuerpo desnudo para ti. Acariciarás mis senos excitados mientras te muerdo suavemente el cuello... nuestros sexos se rozan y tú, cuidadosamente me tumbarás, sobre la cama, sobre la hierba o la arena, da lo mismo...
Será la primera vez... y tendrás un ferviente deseo de poseerme.
Será la primera vez... y tendré un ferviente deseo de poseerte.
Besarás mi vientre y entretanto recorreré delicadamente con el dedo tu espalda, empapada de sudor, te veré por primera vez encima de mi y el calor de la unión de nuestros cuerpos encenderá nuestras almas.
Mordisquearé uno de tus pezones, al límite entre el dolor y el placer, te gustará y me lo demostrarás sacando por fin esa bestia que todos llevamos dentro...
Nos besaremos fervientemente, nuestras manos serán ágiles y los dedos formarán cientos de caminos por nuestra piel...
Buscarás impaciente mi sexo con el tuyo hasta encontrarlo... unos gemidos al unísono de placer...Unos movimientos rítmicos acompañados de caricias casi prohibidas, provocaran que estallemos en un placer extremo, para después yacer extenuados el uno junto al otro, mirándonos...



lunes, 13 de diciembre de 2010

encuentro furtivo



Hacía tiempo que no se veían a pesar de haber estado muy cerca el uno del otro.
Todo mandaba a que aquel día iba a ser diferente, desconocía por completo las sensaciones de él, pero ella sentía qué debía de salir de casa en ese preciso momento, ¿cuál sería el siguiente paso? Ni ella misma lo sabía, simplemente se dejó llevar...
Y allí estaba él, sonriente, se abrazaron, se saludaron... se miraron y se sintieron. Si, aún estaba allí, había permanecido confuso, pero al verle de nuevo supo lo que era de verdad y lo que no en su vida.
Caminaron juntos, conversando... como siempre... lo que más les gustaba.
De repente él asió su mano y haciendo una flexión con la rodilla la invitó a comer, puesto que era mediodía y ella también tenía hambre aceptó gustosamente a la invitación, bueno, más que hambre de comida, tenía hambre de su compañía, de su espontaneidad, tenía hambre de él.
Subieron al coche y ella le preguntó por el lugar donde iban a comer, él sonrió mirándola y la respondió con una sencilla sonrisa.
Ella sabía que no tenía que preguntar, solo tenía que disfrutar del momento ya que hasta ese momento habían sido breves encuentros furtivos, además había salido el sol.
Durante el camino hicieron lo que más le gustaba, hablar, conocerse...
Y llegaron... llegaron a su casa, de nuevo otra vez en casa de él, todo un regalo. Cafés con miel, cigarrito verde, risas, nervios... vergüenza. Pequeños instantes, grandes recuerdos.
La hizo pasar a ella primero y mientras subía los primeros escalones le puso la mano en su cintura, mientras miraba como sus jeans ajustados resaltaban su trasero, que se contoneaba de un lado al otro, despacio y notando su mirada. El tacto de su mano sobre su cintura le había echo disparar la adrenalina y le faltaba el aire, necesitaba un boca a boca. Así qué, paró en seco, se dio la vuelta, lo miró dulce y fijamente, casi suplicándole un poco de aire, ella descendió un escalón y lentamente se fueron acercando hasta que empezaron a notar el roce de sus labios y se besaron.
Se separaron lentamente, deleitando cada sabor el uno del otro y subieron de nuevo hasta el piso de él, el ambiente que se respiraba era de... tensión sexual. Él era todo un caballero y todo lo que una mujer pudiera soñar en concepto del romanticismo. (En el fondo todas las mujeres soñamos en ser rescatadas por un caballero andante, aún sabiendo que no existen)
Cerraron la puerta tras ellos y él le indicó en un gesto con la mano la dirección que debía tomar... a la derecha y al fondo.
La ayudó a quitarse la chaqueta y algo más... ya no hubo freno.
Con las manos tropezándose ambos se quitaron la ropa besándose sin parar hasta quedarse totalmente desnudos, excitados, jadeantes... amantes. La llevó hasta su cama, cuidadosamente la tumbó, se recostó sobre ella un instante y la miró y su mirada le preguntaba si realmente lo deseaba, ella, acarició su mejilla y con una lágrima de plena felicidad le sonrió, puso su mano en su espalda y empujó suavemente para que sus pechos se tocaran por fin desnudos, sintiendo cada palpitar de sus corazones y lentamente ella fue abriendo sus piernas para dejar paso total a las emociones que estaban sintiendo, con ternura, suavidad y delicadeza él la poseyó como nunca nadie la había poseído antes, eran miradas, eran sonrisas, eran movimientos pélvicos bailando a ritmo con la locura que vibraba dentro sus cuerpos hasta estallar en un espectacular orgasmo de colores. Un rayo de sol entraba tímido por la ventana y alumbraba sus rostros satisfechos y plenos.
Ella se levantó y se dirigió al baño, encendió el agua de la ducha y se metió dentro y luego llegó él, jugaron con el agua y jugaron con ellos, él besaba un pezón, luego el otro, ella le mordía el cuello, ella bajaba lentamente por su pecho, acariciando con su lengua cada surco de su suave piel llegando al vientre y bajando lentamente hasta encontrarse con su miembro y besar-lo y acariciarlo con la boca hasta el limite, él la levantó apoyándola contra la pared, levantando-le una pierna y mientras les caía el agua por encima volver a poseerse como si cada vez fuera la última, ansiosos de sexo, movimientos de lujuria y pasión desenfrenada y de nuevo un estallido de luces de colores que cada vez hacía que se sintieran más uno solo. Jadeantes y mojados se miraron sabiendo que no sería el último, sería hasta... el próximo encuentro furtivo.


martes, 9 de noviembre de 2010

Un viernes por la noche

Cinco mujeres, viernes por la noche... fiesta. Cena, copa y discoteca. Música, movimientos provocativos, ágiles.
Siempre llegaban juntas y siempre se iban cada una por su lado.
Ese chico, el del centro de la pista, moreno, ojos azules, esbelto y... ese culito que se mueve a ritmo con los acordes.
Una de ellas ya le había echado el ojo nada más entrar, casi se lo come de frente cuando ella giró hacia la derecha en dirección al guardarropa y él salia de allí por el mismo lado, Un cruce de miradas, un perdón, un no pasa nada y una sonrisa...
Antes de ocupar la pista de baile y dejarse ir con la estridente música fueron en busca de algo que les quitara la sed y llevara un poquito de alcohol, caminaron entre las diferentes sala, dejándose mostrar. En el fondo iban en busca de algún hombre que les llamara la atención para acabar la noche con él, iban de cacería.
Pero ella solo tenía la mirada puesta en la pista porqué allí estaba él... miró a sus amigas y se despidió de ellas señalando que se iba a la pista a bailar. Levantaron el pulgar en significado de aprobación y ellas decidieron darse otra vuelta por allí.
Se puso delante de él justo cuando empezó a sonar la canción de “hot” y se puso a bailar para él, además todos se dieron cuenta porqué al instante se hizo un corro alrededor de ellos.
Él la acompañó en todo momento, se dejó llevar, el ritmo, la chica, la ropa ajustada de ella, esos pechos que notaba en su espalda cuando ella se le acercaba con algún paso de baile erótico.
Le ponía las manos en la cintura, mientras ella, de espaldas a él y con las manos levantadas movía el culo casi rozando con su sexo.
La calor, la excitación de ambos empezaba a ser algo más que un baile... fueron tres minutos y cuarenta y cinco segundos, que es lo que dura la canción más largos en la vida de ambos, al terminar, se miraron una décima de segundo y sudorosos y agitados se cogieron de la mano y corrieron entre la gente que les aplaudía en dirección a la salida, recogieron sus chaquetas y ya en la calle y con las luces de neón alumbrándolos, se besaron para no dejar enfriar la llama que habían encendido, fueron al parking, buscaron el coche de él y allí empezaron a empañar los cristales, de poco les preocupaba que alguien los viera. Si bien antes no querían que se apagara la llama, ahora solo deseaban apagar ese fuego... se quitaron la ropa deprisa, como si de ello les fuera la vida, una mano que tropieza con el volante, una rodilla que se golpea con el cambio de marchas, la radio de fondo con alguna emisora cañera y unos movimientos pélvicos perseverantes en busca del orgasmo, un orgasmo que no tardó tampoco mucho en llegar y que estalló como una botella de champan agitada.
Jadeantes y mojados estuvieron un instante quietos, en silencio... recuperándose de tal esfuerzo físico. Después... se besaron, se vistieron y se fueron a algún lugar lejos de la multitud donde poder terminar la noche juntos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Un sueño

Esa noche Angie se fue a dormir nostálgica, le echaba de menos y entre sollozos se durmió. Cuando despertó seguía triste... abrazó el cojín como si se tratara de él, cerró los ojos y recordó tantas noches de amor imaginadas... Recordó (imaginó) aquel paseo por la playa después de una sencilla cena a pie de mar.
Descalzos caminaban tranquilamente, conversando.
La noche era oscura y él aprovechó para cogerla de la mano y arrastrarla hacía él, a pesar de que Angie hablaba y hablaba sin parar él la hizo callar con un beso. Sorprendida por su reacción ya que siempre habían dicho que eso era una cosa que jamás sucedería, se dejó llevar por los sentimientos, por las emociones o sensaciones, daba igual, la cosa era que por fin él había dado ese paso que tanto había ansiado ella, no daba lugar a preguntas, las palabras eran solo eso, palabras, pero los echos...
A esas horas la playa estaba desierta, sus cuerpos temblaban como el de dos adolescentes en su primera vez, se arrodillaron en la fría arena y cogidos de las manos se miraban a los ojos, quizás buscando que uno de los dos dijera que eso era una locura, pero ambos callaron y se volvieron a besar ardientemente, sus cuerpos desprendían chispas de pasión.
Despacio, sin prisas, como si el mundo se hubiera parado a su alrededor se quedaron desnudos, las caricias se transformaban en fuentes de colores y los besos en fuegos artificiales.
La señora de las flores había dejado paso a la dama de la luna para que pudieran culminar algo que ya estaba escrito...
Entre sonrisas, mimos y seducción corrieron para meterse en el agua, se aventuraron mar a dentro para jugar a un juego excitante...
La luz que la dama de la luna les proporcionaba era como un foco de teatro alumbrando a los protagonistas...
En un segundo él desapareció dentro del agua y Angie notó como se acercaba a su sexo por debajo del agua... un gemido en alto.
Volvió a la superficie, asió las piernas de Angie y las puso alrededor de su cintura, encajando a la perfección el uno con el otro. Ella jamás había sentido ese efecto en su cuerpo y aún hacía que temblara más. Los movimientos rítmicos, los besos apasionados, un mordisco suave en el cuello y sobre todo... mucha ternura, hizo que los dos se fundieran en un orgasmo brutal al unísono, al fondo... fuegos artificiales de verdad...
Angie abrió los ojos y allí estaba, tumbada en su cama, sudando y mirando ese cojín que tan buen rato la había echo pasar... pensando en él.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Confidencias de alcoba, (Cda 1)

Hacía frío, era una tarde de otoño y se dispusieron a encender la chimenea para sentarse frente al fuego, beber una copa de vino y tener una buena charla con música de fondo.
Estaban tan a gusto y tan relajados que no se dieron cuenta de que realmente se había echo de noche.
Él se ofreció amablemente a cocinar la cena pero... ella no quería precisamente cenar en ese momento, lo que realmente quería era estar con él, acariciarle, besarle, notar su pecho sobre el suyo...
Se levantó para hacérselo saber y sin que a él le diera tiempo de reaccionar lo besó. Él la apartó un poco con las manos y la miró a los ojos (brillantes de amor y pasión en ese instante) un poco desconcertado.
Hasta ese día solo habían sido amigos.
Un instante de duda... pero él la rodeó con sus brazos y la besó de manera que aún no había besado a nadie, las manos de ambos se transformaron en pañuelos de seda acariciando cada rincón del cuerpo, estaban dejando en libertad al animal que tantos años habían tenido encerrado en lo más profundo de su ser.
Ella tiró de él para tumbarlo en el sofá, ella se sentó sobre él y uno a uno fue desabrochando los botones de su blusa hasta dejar sus pechos excitados al descubierto, sin dejar de mirarla a los ojos él acarició aquellos pechos turgentes como si fuera la primera vez que veía unos, con curiosidad y delicadeza.
Se pusieron de nuevo de pié para acabar de despojarse de la ropa que les quedaba aún puesta, desnudos ya por completo se acercaron despacio para notar el calor de sus cuerpos, ese pecho con el que Angie tantas veces había soñado, esa espalda... esa sonrisa de niño travieso. 
Y con esa sonrisa él le hizo un gesto para que se dejara abatir sobre la alfombra y poseer-la. Con los reflejos de la lumbre en sus rostros y a ritmo de la música culminaron con intensidad, sudor y amor una deuda pendiente. Sucedió despacio y amándose, sucedió con delicadeza y con fuerza, pero... sucedió.
 Fue el primero... sencillo y escueto, pero... con calidez.